sábado, 31 de mayo de 2014

Codicia

Cavando, para montar un cerco que separara mi terreno de el de mi vecino, me encontré enterrado en mi jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro. A mí no me interesó por la riqueza, me interesó por lo extraño del hallazgo, nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales, pero igual desenterré el cofre. Saqué las monedas y las lustre. Estaban tan sucias las pobres...

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente, las fui contando... Constituían en si mismas una verdadera fortuna. Sólo por pasar el tiempo, empecé a imaginar todas las cosas que se podrían comprar con ellas. Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro. Por suerte, por suerte... no era mi caso...
Hoy vino un señor a reclamar las monedas, era mi vecino. Pretendía sostener en un miserable que las monedas las había enterrado su abuelo, y que por lo tanto le pertenecían a él. Me dio tanto fastidio que lo mate... Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas, se las hubiera dado, porque si hay algo que a mí no me importa son las cosas que se compran con dinero, eso si, no soporto la gente codiciosa...



Nota: el que lo quiera entender que lo entienda

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