sábado, 19 de marzo de 2016

Os gusta el mar...

A todos nos gusta el mar.
La mar, como le llaman los marinos, por ese componente femenino que atrae como lo hace una novia.

Desde tierra o dando un paseo en barco es de las estampas y experiencias más relajantes que hay. Reconozco que he pasado horas en la playa viendo llegar las olas a la orilla, y juro que no hay dos iguales. He visto playas de arena blanca, marrón, gravilla y piedras. Y aguas de todos los tonos de azul y verde esmeralda. 

Pero cuando uno es marino la versión debe cambiar mucho. 
En tierra dejas gran parte de tu corazón, y la otra te la llevas para seguir viviendo de aquello que tú mismo elegiste y que te apasiona. Subes la escala del barco, siempre cuentas los mismos cincuenta y tantos peldaños (* ver al final) y los primeros días cuesta muchísimo dejar aparcados un millón de recuerdos con la alegría de que volverás pronto a vivirlos. 

Cuando en tu camarote tienes las mejores vistas, y nadie con quien compartirlas, se hace el silencio. Un silencio apagado por el ruido de las máquinas que constantemente dirigen el buque hacia tierras lejanas. El grito de las gaviotas se va apagando hasta desaparecer y sólo estás tú, la mar y los recuerdos. El barco se aleja hasta desaparecer llevándote con él. Qué diferencia ver alejarse un barco cuando estás en la orilla, a ver cómo te alejas en él, parece que es todo lo demás lo que se mueve y no tú el que estás a bordo.

Y tú miras esa perfecta línea del horizonte... ¡Está siempre tan lejano! A veces cosido cielo y mar por los saltos de los delfines como las puntadas de una costurera. Los amaneceres son inolvidables, y navegar de noche misterioso... Tan seductor y mágico que los mismos delfines duermen con un ojo abierto, intuyo que para no perder detalle de nuestro paso. Me pregunto cómo se siente uno en la oscuridad absoluta de una noche de luna nueva en medio del océano...

Durante días lo único que ves es agua a tu alrededor, y otros barcos, llevando marinos cada uno con su historia, y además, por supuesto, a los compañeros de navegación que andan de aquí para allá atareados con sus labores. Las horas de trabajo son intensas dependiendo de los mares. Las guardias te llevan a una concentración constante que a veces agota. El barco está un tus manos. La sensación de manejar algo tan poderoso y grande debe imponer. Responsabilidad absoluta en el puente de mando con decenas de aparatos que controlar, un centenar de botones que pulsar, rumbo que mantener y problemas que solventar.

El merecido descanso llega también a lo largo del día. Un paseo por cubierta, un rato en el gimnasio, música, cine, libros... enviar unos mensajes (bendito whatsapp) o sentarse a comer y dialogar, ayudan a pasar las horas. A veces sentarse en la proa, y notar la fuerza con que el casco rompe la masa de agua, sentir esas gotas con salitre escupidas por las amuras, huelen a mar y saben a viento... y quizá esa misma gota que se posa en la frente del marino, llegue de forma dulce algún día, a ser un copo de nieve resbalando en la mejilla de la dama que espera en tierra en el frío invierno.

No hay que olvidar que a veces es más difícil navegar por la vida, con sus ilusiones, recuerdos, amores, desamores, injusticias, alegrías... que navegar por los mares. Los marinos a bordo, quizá tengan un sentido especial desde lo lejos en su soledad, para estudiarse a ellos mismos en lo más calado de su persona, y profundizar en los demás que le rodean durante su estancia en tierra. Alguna vez habrán buceado en las profundidades del alma de alguien y se habrán dado cuenta de que hacen pie todo el rato, gente de aguas someras; otras veces lo contrario, almas profundas y atractivas.

Creo que muy poca gente se ha puesto alguna vez en la piel de esta gente que pasa meses entre agua salada. Marinos, soldados, etc. Duro trabajo el vuestro... Pero apasionante y precioso a la vez. Gracias a toda la tripulación de personas que tenéis el durísimo trabajo y el valor de estar tanto tiempo fuera de casa.

Bienvenidos siempre. Os estamos esperando.

Y los marinos, deseosos de encontraros.




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