domingo, 11 de septiembre de 2016

Pero qué bonito

¡Qué bonito!, pero qué bonito es querer, y a la vez sentirse querido. Y qué poca la gente que lo sabe hacer, y la que lo sabe sentir. Quizá sea suerte, quizá el destino, o quizá una oportunidad que se nos ha dado, o una mezcla de las tres cosas, el tener cerca a alguien que nos haga sentir especiales, aún siendo la persona más normal del mundo.

No soy ni mejor ni peor que nadie, soy yo, y un gesto común, una palabra normal, un abrazo cualquiera o un beso tonto, de la persona querida, o dado a la persona que amas, te hace feliz, y conseguir eso en ella es genial.

Estar callado es complicado cuando tienes tanto que mostrar, pero hablar o callarse no interfiere en la capacidad de observar, y de pensar en que el tiempo que pasa juntos es el mejor invertido del mundo, de mi vida. Como el que observa una obra de arte que le gusta, un paisaje que le entretiene, o unas letras que le conmueven...

Ahora, en estos momentos, no es sencillo explicar lo que se sucede, siento que silenciarme por momentos es lo mejor, sale de uno mismo, lo que pide el cuerpo, el alma y la cabeza. Es verdad lo que dicen que el amor es algo inexplicable. Por ello, mirarte a los ojos, aunque sea en foto, a esos bonitos ojos de color amor que sonríen, que me desean, que me hablan y susurran... mirarte a los ojos y alegrarme con tu sonrisa sea lo más tranquilizante mientras no te puedo besar de nuevo.

Tengo un te quiero en la punta de la lengua para cuando pueda besarte de nuevo, me lo he traído a los mares para cuando vuelva a tu puerto, a ver si resiste los temporales y las calmas que me encontraré en estas singladuras; porque estar atracado a ti con los más irrompibles cabos es lo que más tranquilidad me ha dado. Decirte te quiero como la primera travesía es tan emocionante como decírtela en la última, que espero que no la haya.

Buena proa.

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